Si hay algo que especialmente nos molesta a las personas en general, es que traten de dirigir, manipular y vivir nuestras vidas. Esto es propio de madres, padres, hermanos, incluso amigos. Entre consejos, juicios de valor, reproches y otras conductas del estilo, terminas hasta cansado de ver cómo los demás desean condicionar y cambiar tus decisiones. Tomar decisiones es bastante complicado, pero lo es mucho más cuando tienes a otros detrás advirtiéndote de que te “vas a equivocar” de que “ya verás” o avisándote de las dificultades que vas a encontrarte. Que es para gritarles ¡Por favor, dejad que me estampe a gusto!
Muchas personas creen que sus errores o sus valores son ejemplo para que otros no los cometan. Pero no es así. A todos nos gusta cometer nuestras propias equivocaciones porque son evolución, son aprendizaje, son experiencias que necesitamos vivir. Y al margen de la buena intención que alguien pueda tener facilitándote un consejo, también hay muchas personas tóxicas regalando opiniones que nadie ha pedido o comentando la vida privada de otros sin permiso para ello. Siempre he pensado que la gente cotilla y entrometida debía de tener una explicación para su comportamiento, como tener una vida muy vacía y aburrida que les lleva a vivir la vida de otros.
No te sientas tan responsable de las emociones y las consecuencias que viven los tuyos. Déjalos, apoya, pero permite que se equivoquen y tropiecen…hasta dos y tres veces con la misma piedra. La gente necesita alas para volar, no que vueles por ellos.
Para dejar vivir a los demás, puedes empezar por:
Dejar de hacer juicios de valor sobre la vida de otros. Sabemos que es deporte nacional, pero no significa que esté bien hecho. La vida es demasiado corta para dedicarla a juzgar, criticar y entrometerte en temas que no son los tuyos. Haz memoria y antes de juzgar a nadie, trata de mirar atrás, ver tus errores, hacer balance y pensar si a ti gustaría que alguien lo hubiera hecho contigo.
No des consejos gratuitos que nadie te ha pedido. Si de verdad tienes vocación de ayuda y un interés por salvar a alguien que por ahora no desea ser salvado, antes que nada, ¡pregunta! ¿Quieres que te dé un consejo?, ¿Quieres saber qué haría yo en tu situación?; ¿Te interesa mi opinión? Y si la respuesta es no, ni se te ocurra contestar con un “pues tú sabrás, ya vendrás a pedirme ayuda cuando te peques el batacazo”.
No participes en corrillos, rumores o ambientes indiscretos. A pesar de que no seas el protagonista de la crítica, siempre te identificarán con ellos.
No insistas y respeta los tiempos de la otra persona. Aunque tengas confianza con alguien, eso no le obliga a contarte todo cuando tú quieras saberlo. Cada uno tiene sus tiempos. No interrogues, amenaces o chantajees. Deja que cada uno decida cuándo se siente cómodo o sereno para contar algo.
Las cosas no ocurren cuando tú quieres que ocurran.Deja tiempo a los demás, sobre todo cuando convives con un igual, como tu pareja o un compañero de piso. Es cierto que tiene que haber unas reglas comunes para facilitar la convivencia, pero no trates de mangonear la vida del otro para que la viva conforme a tus reglas o tus tiempos.
No hagas chantaje emocional cuando las cosas no son como tú deseas. A pesar de que tus hijos sean tus hijos, sus vidas no te pertenecen. Tienen que elegir, tomar decisiones y equivocarse…y hacerse responsables de sus decisiones. Muchos padres y madres dejan de hablar, se enfadan durante días o les amenazan cuando sus hijos no toman las decisiones que sus padres quieren. Decisiones que además afectan a parcelas muy importantes e íntimas de sus vidas, como son la elección de la pareja, si sus hijos deben ser bautizados o no, la carrera profesional que eligen, etc. ¿De verdad te quieres hacer responsable de la desdicha futura de los tuyos por no haberles dejado elegir?
Apoya de forma incondicional. Es fácil estar al lado de quien toma las decisiones que te parecen oportunas. Pero el amor incondicional es otra cosa. Es dejar elegir, es dar libertad, es estar a las duras y a las maduras para que, cuando nuestros hijos, amigos o pareja caigan, poder ser una fuente de apoyo. No hay nada más desagradable que caer y oír el mítico “te lo dije”.
La vida es más divertida, amable y serena cuando se vive bajo el paraguas de la libertad, cuando sabes que puedes tomar decisiones de forma libre sin miedo a ser juzgado y cuando sientes el apoyo y el amor de los tuyos a pesar de tus errores.