Hay personas que tienen miedo de sus pensamientos. Pensamientos que hablan sobre hacerse daño, hacérselo a otros, sobre la idea de quitarse la vida o sobre la inutilidad de uno mismo. A las personas les aterroriza pensar en ello. Sus pensamientos les dan miedo, piensan que si se presentan con tanta intensidad y repetición, entonces es que deben ser ciertos. Pero justo ese es el problema, el pensamiento se presenta con fuerza porque se resisten a ellos, otorgándoles con ello más valor. Pero nuestros pensamientos no nos identifican, no hablan sobre verdades ni anticipan lo que puede ocurrir. Hablan más sobre miedos, pero no sobre hechos que vayan a pasar.
La gente les tiene tanto miedo que hasta temen compartirlos. Piensan que si hablan de ellos y los comparten con los demás, los tendrán por locos. Porque, “nadie en su sano juicio pensaría en el miedo que le da la idea de poder volverse loco un día, cuando lo que desea es seguir estando cuerdo”. Pero así funciona nuestra mente. Cuanto más quieres dejar de pensar en ello, más se repite. La mente tiene una extraña forma de funcionar, como si estuvieras en arenas movedizas. Que cuanto más te agitas, más te absorben. Por eso, luchar contra tus pensamientos no es una herramienta útil para poder vencer tus temores. Al revés. Cuanto más tratas de expulsar tus pensamientos, de querer dejar de pensar en ellos, de razonarlos, juzgarlos y buscar la paz con contraargumentos, más se incrementan.
La serenidad mental pasa por aceptarlos. Sí, no tengas miedo de aceptar que puedes tener un pensamiento relacionado con el miedo a volverte loco, a sufrir una enfermedad en el futuro, a que tu pareja te deje o que se te vaya la cabeza. Aceptar los pensamientos no significa que aceptes que tus miedos vayan a ocurrir, solo aceptas que tienes un pensamiento que dice que tienes miedo. Aceptar no significa que vaya a ocurrir. Solo significa que dejas de revelarte contra esa idea que te atormenta, que te hace estar completamente atento a tus miedos y que impide que puedas tener una vida serena.
Dice el psicólogo Wegner, profesor de psicología de la Universidad de Harvard, que bautizó este fenómeno como el rebote irónico, y que lleva años investigando sobre el tema, que la manera de dejar de pensar es dejar de controlar el pensamiento. Y entonces el pensamiento deja de controlarte a ti. Oye, no te habían dado un consejo más sencillo en tu vida. Pero de sencillo, la gente no lo practica. ¡Cómo va a ser que dejando de pensar, el pensamiento desaparezca! Desaparecer, desaparecer, así de primeras no, pero sí es cierto que poco a poco va perdiendo fuerza. Si quieres reforzar esta idea puedes leer el capítulo “La terapia de melocotones en almíbar” que tienes en mi libro Cuenta Contigo. O el maravilloso libro de Russ Harris, “La trampa de la felicidad”.
Aceptar implica no hablar con ellos, ignorarlos, como lo harías con alguien que no deja de darte la lata por WhatsApp. Dejarías de contestarle a los mensajes porque cada vez que lo haces le das alas para seguir hablando contigo. Pues con tu mente ocurre lo mismo. Cada vez que dialogas con tus miedos, les das alas, se crecen, se vienen arriba y no te dejan en paz. Ya dice el dicho, “no hay mayor desprecio, que el no hacer aprecio”.
No tienes por qué atenderlos, no necesitan tu atención. La tarea que te propongo es para el resto de tu vida. No pretendas cambios de un día para otro. Es una filosofía distinta para manejar aquello que te atormenta y para lo que no tenemos solución en el momento presente. De todas formas, darles vuelta, hasta ahora no te ha servido de mucho. Rumiar no tiene premio.
A modo resumen:
No funciona tratar de reprimir aquello que te atormenta. Porque, si funcionara, ya no tendrías pensamientos tormentosos. Llevas un montón de tiempo queriendo reprimirlos y controlarlos y hasta ahora no lo has conseguido.
Sí sabemos que funciona el hecho de no hablar con ellos, no prestarles atención, dejarlos estar, aceptarlos como pensamiento no como hechos que vayan a pasar. Solo trata de observarlos, con curiosidad, fíjate en lo que te hacen sentir, pero sin juzgar lo que está pasando. Déjalos estar. No luches más. No aceptamos el contenido, solo aceptamos que tenemos pensamientos.
Los experimentos del neurocientífico Goldin, del laboratorio de Neurociencia Afectiva Clínicamente Aplicada de la Universidad de Stanford, han demostrado a través de pruebas de resonancia magnética, que cuando aceptamos nuestros pensamientos, la actividad del centro cerebral del estrés, disminuye. ¿Y si lo pruebas, aunque sea por contarme tu experiencia?