Perico y yo os volvemos a dejar un plan para seguir entrenándonos en valores.
La paciencia es la habilidad de esperar desde la serenidad. La paciencia no es don. Es un valor que todos podemos entrenar. Tiene relación con la virtud de la fortaleza. No digas “yo soy así” para justificar tu impulsividad, tu prisa y tu falta de paciencia. Tal vez eres así hoy pero puedes dejar de ser así si entrenas.
Ser pacientes nos ayuda a disfrutar más del presente, a no ser esclavo de la inmediatez a la que nos vemos sometidos a diario.
Las personas pacientes sufren menos ansiedad y son menos irascibles. Piensa ¿podría haber hecho menos cosas el año pasado pero disfrutando más mientras las hacía?
Si deseas desarrollar más este valor, puedes empezar por:
Toma conciencia
¿En qué momentos, con qué personas, con qué actividades sueles perder la paciencia?
- En las colas de los supermercados.
- Cuando tengo a un torpón conduciendo delante de mí.
- Cuando mis hijos no obedecen en casa.
- Cuando mi pareja dice de salir a las cinco y a las cinco menos diez no se ha metido todavía en la ducha.
- Cuando mi madre me da consejos continuamente sobre cómo tengo que educar a mis hijos, a pesar de que sabe que no comparto su manera de educar.
Es importante tomar conciencia de los momentos en los que perdemos la paciencia para así poder prevenirlos. Se previenen anticipándonos.
Planifica tu entrenamiento paciente
Elige actividades en las que a partir de ahora decidas ser paciente y escríbelas. Solo se trata de que decidas cuál es el comportamiento paciente para las situaciones que has descrito en el punto uno. Ensáyalas en tu mente. Imagínate comportándote de esa manera paciente en situaciones en las que sueles perder la paciencia. Disfruta de tu opción B. La opción A es la impaciencia. Y piensa que esa opción B también te representa. Incluso te va a representar más a partir de hoy.
No trates de cambiar todas las situaciones de golpe. Empieza solo por una, por la que más te apetezca.
Cambia tu etiqueta
A partir de ahora eres una persona paciente, aunque no lo practiques durante el día. Las etiquetas condicionan nuestra forma de actuar. Así que cuanto más te lo repitas, antes empezarás a actuar así.
Aprende a realizar todo a un ritmo más bajo
No significa que tengas que ser lento, ni que implique dejación. Solo que bajes un poco el ritmo. Habla, come, camina, respira, lee…más despacio, como si no tuvieras prisa. Porque a pesar de que tengas muchas cosas pendientes, ir rápido te llevará a cometer más errores, pero no a resolverlo antes. Recuerda el dicho “vísteme despacio que tengo prisa”.
Medita
Meditar nos ayuda a serenar la mente y saber apreciar más nuestro momento presente. Descubrimos la inmensidad de la vida y nuestra pequeñez, apreciando la contemplación y reduciendo el activismo. Y estos beneficios no solo los sientes en el mismo acto de meditar, sino que el cerebro es capaz de asimilarlo y se transforma.
Dedica tiempo a no hacer nada
Solo observar. La tarea de observar, a pesar de que al principio pueda generarte la sensación de estar perdiendo el tiempo, conseguirá relajarte. La idea de “no tengo que hacer nada en este momento, ni siquiera hacer nada con mi mente, solo observar” puede llegar a ser muy relajante. Una persona paciente es capaz de llevar a cabo este ejercicio sin desesperarse.