Los buenos modales
¿Qué tienen que ver los buenos modales con la psicología? ¿Este tema no es más un tema de protocolo? Los buenos modales tienen que ver con todo y la relación que mantienen con la psicología es absoluta. Los buenos modales son conductas y tenerlas o no tenerlas condiciona desde nuestra seguridad hasta el tipo de relaciones que mantenemos con los demás. ¿No te llama la atención entrar a un sitio, decir hola y que no conteste nadie; que la gente tire una colilla al suelo, que alguien vaya centrado en su móvil, se choque contigo y no pida ni perdón; estar en un grupo, hablar y que alguien se ponga a mirar las stories de Instagram; ir en el bus y que una persona joven no ceda su asiento a una persona mayor; expresarnos en voz alta, interrumpiendo, o diciendo groserías o sentarse a la mesa con alguien y que absorba la sopa como si no hubiera un mañana? Todos estos ejemplos representan la ausencia de buenos modales y son comportamientos que podemos modificar si deseamos vivir en una sociedad más cívica, amable y educada. Los buenos modales no entienden de política ni de religión. No representan a nadie, o mejor dicho, sería genial que nos representaran a todos.
La educación, la cortesía y los buenos modales pueden sonarle a más de uno a algo arcaico, demodé, vintage… de otros tiempos. Pero lo cierto es que comportarse con elegancia y con buenos modales nunca pasa de moda. Y siempre quedas bien. Además, ayuda a redecir los niveles de tensión que pueden generar muchas relaciones personales. Porque todos sabemos que relacionarse profesional o personalmente con personas educadas lo facilita todo. Cuando alguien te hace sentir cómodo, esa persona tiene un valor añadido.
La persona con buenos modales sabe estar. Es aquella que se relaciona consigo misma, con los demás, con la comida o con la actividad o el entorno que sea, desde la educación, y que en las distintas situaciones, se comporta con respeto, discreción y saber estar. La parte positiva de comportarse con educación es que jamás te equivocas. Ni siquiera hay que ser maleducado y hortera cuando uno está enfadado. Porque hasta los enojos los podemos expresar desde la serenidad y la compostura.
Muchos buenos modales se están olvidando. Recordemos algunos de ellos y la manera en que tienen de facilitarnos la vida a nosotros y a los demás.
Saludar al entrar y al salir
Indiferentemente de si entras a un comercio, a tu clase, te subes a un medio de transporte público o te sientas la salita de espera del médico, es precioso dar los buenos días, decir un hola o un hasta luego. Cuando entras y no saludas estás convirtiendo a las personas en invisibles. Saludar y despedirse es un acto de amabilidad, de consideración y por supuesto, de educación.
Cuidar la higiene y el aspecto personal
No se trata de ir vestido de acuerdo con algún canon o moda. No se trata de estilos de forma de vestir. Se trata sólo de ir apropiado a la situación. Si vas con los dientes sucios, si te huele mal el aliento, si llevas el pelo graso, si vas lleno de manchas, con la ropa desaliñada, desvías la atención a partes de ti que generan rechazo y, sobre todo, evitas que la gente se pueda centrar en tu trabajo, en tu persona o simplemente en tu conversación.
Dar las gracias y pedir las cosas por favor
La gratitud es una fuente de bienestar recíproca, tanto para el que las gracias como para quién las recibe. Gracias por ayudarme, gracias por atenderme, gracias por acompañarme, gracias por escucharme, gracias por un detalle, gracias por hacerme la vida fácil, gracias por prepararme una comida tan rica, gracias por servirme un café, gracias por la información obtenida. Dar las gracias es gratis.
Y pedir las cosas por favor es un gesto de respeto y consideración hacia la persona a la que te diriges. Nadie rechaza la amabilidad, al revés, solemos abrazarla. Una persona que te pide permiso te está teniendo en cuenta. La persona que no te lo pide, suele entrar en tu vida arrollando.
Comportarse con civismo
Supone respetar las normas de convivencia a favor de un objetivo grupal. Se trata de hacer pequeños sacrificios, como llevar la basura a reciclar, tirar la colilla en su sitio, gestionar bien el consumo de agua o participar de las normas de la comunidad. Si cada uno mira por lo suyo, perdemos la idea de pertenencia, el trabajo en equipo. Juntos somos más fuertes. Y para que todos salgamos favorecidos, necesitamos formar parte activa, desde el civismo, de esta comunidad y velar por el bien común.
Las normas y los límites existen porque son necesarios, porque, aunque tú creas que no te representan, tienen un sentido general. Si entiendes las normas y las compartes, genial, y si no eres capaz de entender cómo afectan positivamente a la comunidad, simplemente, cúmplelas.
Ceder el asiento a quién lo necesite
En este punto me van Ustedes a perdonar, pero ceder el asiento, ayudar con las bolsas a quién no tienen tanta fuerza, sujetar la puerta para ceder el paso, es pura humanidad. Se trata más de caridad que de educación. Debemos ceder el asiento, el lugar seguro dónde puedan agarrarse las personas mayores, con problemas de movilidad, mujeres embarazadas o familias con niños.
Se llama justicia, equidad, caridad, compasión, servicialidad, generosidad, educación, en definitiva, valores. Si fuera tu madre quién va en el tranvía, te gustaría que alguien le cediera el sitio, le sujetara la puerta o le ayudara con el peso de la compra.
Tener un detalle con la persona que te invita a su casa
No es ñoño, es ser detallista. Cuando te invitan, un signo de agradecimiento es pensar en la persona y llevar un detalle apropiado. Si puedes además personalizarlo y poner una nota de agradecimiento, mejor.
Utilizar una comunicación amable y no violenta
Comunicarse con amabilidad tiene muchas ventajas. La principal es facilitar el diálogo y permitir que nuestros interlocutores se sientan cómodos hablando con nosotros. Se podrían evitar muchos conflictos, malentendidos y resolver muchos problemas si pudiéramos hablar desde una comunicación no violenta. Nos ayudaría a relacionarnos con positividad y serenidad. Es mucho más fácil atender a quién te habla con pausa, con respeto y empatía que a la persona agresiva que no controla ni el contenido y ni las formas.
En esa comunicación amable entra también mantener el contacto ocular en lugar del contacto ojo – WhatsApp, hablar en un tono y volumen conciliadores, expresarte con educación y buenas formas y con palabras amables, y a ser posible, escuchar sin interrumpir.
La persona que te está hablando desea compartir algo contigo, desde una experiencia a sentimientos. Necesita tu atención.
Qué bonito es poder vivir en una convivencia pacífica y responsable. Todo funcionaría mejor. Pero es que, además, todos nos sentiríamos mejor. Tendríamos mayor bienestar, cuidaríamos más los unos de los otros, nuestra autoestima se fortalecería, porque en el mismo momento en el que alguien es respetuoso y cortés contigo, tú te sientes valioso, nos sentiríamos más tranquilos y seríamos un poquito más felices.