No nos levantamos todos los días del mismo humor ni con la misma energía. Hay mañanas que nos sentimos pletóricos y nos comeríamos el mundo, y otras que apenas dan ganas de salir de la cama. Los motivos de estos cambios emocionales y de energía pueden ser diferentes: la calidad del sueño, los problemas que acumulamos, las carpetas abiertas, el frío, la alergia, estar a dieta, tener una reunión complicada por delante, estar dejando de fumar… Nuestro estado de ánimo es muy vulnerable al entorno si nosotros se lo permitimos. No es que seamos robots y podamos controlar lo que sentimos en cada momento. Ni es así ni debería serlo. De hecho, la expresión natural de emociones es una conducta inteligente porque las emociones hablan y tenemos que saber escucharlas.
Pero una cosa es lo que sentimos, y otra muy diferente, dejar que nos limite e interfiera con nuestra vida cotidiana. Alguna vez podremos “arrastrarnos” y permitirnos dejarnos llevar por la desgana o la pena. Pero si permitimos que esto sea una norma en lugar de una excepción, seremos esclavos de nuestras emociones. No seremos los que decidamos cómo queremos enfrentarnos al día a día, sino que será nuestro estado de ánimo quien decida si como chocolate, si voy a correr o si pongo toda la carne en el asador en una reunión complicada.
Un estado emocional muy limitante por lo poco que nos aporta es la dejadez, la falta de motivación. Le puede ocurrir a un deportista cuando se enfrenta a un reto fácil, al que trabaja con una profesión de mucha rutina o a quien ha perdido la ilusión por lo que hace. Nos puede pasar a todos en algún momento. ¿Cómo cambiar en ese momento nuestro nivel de entrega, compromiso y esfuerzo cuando andamos a medio gas?
- Encuentra tu sentido. El sentido puede estar relacionado tanto con el propio desempeño como con lo que esa tarea puede llevarte a conseguir. Aprender un segundo idioma a muchos puede resultarles aburrido, pero su sentido está en poder optar a un puesto de trabajo en una multinacional. Será mucho más motivante y te tendrá más atento, encontrar sentido a lo que haces. A algún puerto te está llevando tu trabajo. ¿Cuál ese puerto?, ¿Qué esperas conseguir?, ¿En qué te va a ayudar?, ¿Por qué estás haciendo lo que haces y por qué deberías implicarte al cien por cien? Piensa en los beneficios inmediatos y finales. Piensa en cómo mejorará tu vida cuando lo consigas.
- Dificulta la tarea. La facilidad, la familiaridad o la rutina permiten que el cerebro se relaje ante la tarea. No es una conducta de dejadez ni de falta de actitud, es una conducta inteligente. El cerebro valora en cada momento qué nivel de esfuerzo necesita realizar para conseguir el objetivo. Y de esta manera ahorra energía para cuando se encuentre con una dificultad mayor. Si te enfrentas ante una reunión aburrida, un rival aparentemente fácil, que puedan llevarte a relajarte, dificúltate la tarea. Es decir, exígete más de lo que la reunión o el partido te pide. Trata de que sea una exigencia relacionada con tu superación personal, no en cómo argumentar con los clientes o en cómo ganar tu partido. Se trata de superarte tú. Siempre hay formas de medir el grado de excelencia.
- Pon música animada y alta. La música despierta nuestras emociones y también la actitud. Al igual que una música romántica nos puede generar nostalgia y melancolía, una música animada, alegre y marchosa, nos pone las pilas. La música activa nuestra mente y nuestro cuerpo. Si tienes que enfrentarte a un momento que necesita intensidad y activación, acuérdate de energizarte bailando o cantando a voz en grito tus temas más animados.
- Háblate en el idioma correcto. Y no me refiero al inglés o francés, me refiero al idioma emocional. Cada emoción necesita de un idioma específico. Igual que cuando quieres sentirse calmado y sereno necesitas verbalizar “tranquilo, disfruta, esto no es peligroso”, también puedes sumar y mejorar tu intensidad, entrega y concentración con los mensajes que te das a ti mismo. Un momento intenso, de alto rendimiento, requiere una comunicación interna acorde al momento “estás preparado, va, va, va, metido, a por ello, puedes, sigue, insiste, venga”. No pares de animarte con la palabra. Tu mente interpretará que el juego sigue, que la batalla no ha terminado y seguirá concentrada en la tarea.
- Cambia tu comunicación no verbal. La comunicación no verbal no solo informa hacia fuera, a los que te ven, también informa hacia dentro, da pistas a tu mente. Nuestro cerebro saca conclusiones sobre las posturas que adoptamos y lo que significan. Una cara sonriente es interpretada por el cerebro como un estado de felicidad y con ello libera también neurotransmisores como la serotonina o las endorfinas. Si necesitas concentración, atención, intensidad en tu tarea, adopta una postura acorde: espalda recta, tensión muscular, fija la mirada, levanta la cabeza, ten gestos seguros y determinantes. Tu mente tiene que saber que no se puede relajar. Si encorvas la espalda, adoptas la postura de un muñeco de trapo o presentas una cara inexpresiva, tu mente interpretará que la situación es aburrida, poco importante y que no requiere tu fuerza.
- Ojo con el exceso de confianza. No ningunees el esfuerzo que requiere la situación. Cuanto más te agachas, más se te ve el culo. En el momento en el que el rival o el cliente sienta que flaqueas, que te aburres o que estás distraído, tendrá una herramienta más a su favor para ganarte la partida.
El nivel óptimo de activación o arousal permite enfrentarnos a nuestro reto desde el minuto cero al cien por cien. Ese nivel óptimo de activación es un estado que nosotros podemos entrenar.